"No voy a romperlo, solo quiero curarlo."
Te dejaste caer en el húmedo suelo de aquel callejón sin salida, con la ropa sucia y la respiración agitada. Acababas de ver delante de tus ojos lo peor que podrías haber imaginado, y los recuerdos se agolpaban en tu cabeza sin dejarte tranquila, impidiendo que las lágrimas dejasen de caer por tus ojos, y produciendo auténticos quebraderos de cabeza.
Del bolsillo de tu chaqueta de cuero sacaste tu caja de tabaco y, después de prometerte a ti misma miles de veces que no volverías a hacerlo, caíste de nuevo en aquella droga.
El humo ya impedía toda visión posible cuando escuchaste aquellos pasos, pero tus recuerdos viajaban horas atrás, cuando las dos personas más importantes para ti se habían asociado para hacerte sufrir de la mayor manera posible.
La imagen de tu ex novio en la cama con tu mejor amiga no salía de tu mente, pero por una extraña razón fue sustituida por unos ojos miel.
Unos ojos miel que estaban ahora mismo acuclillados delante de ti.
- Ninguna chica debería estar destrozada en un lugar como este. Y eso, es malo. -dijo, quitándote el cigarro, para darle después una calada.
- ¿Decías que era malo? -alzaste el ceño.
- Mejor que el cáncer lo pille yo, ¿no?
- En este momento, incluso agradecería uno de ellos. -te inclinaste hacia delante, con intención de volver a arrebatarle el cigarrillo, pero se echó para atrás y tus piernas flaquearon, cayéndote encima de él. No estabas para tíos, y mucho menos para estar sentada encima de uno de ellos, así que disculpándote rápidamente te levantaste.
- Creo que debería irme a casa ya. Quédatelo si te hace ilusión. -señalaste con la cabeza el cigarro que el chico de pelo azabache y ojos miel tenía en la mano. Pero no te dejó marchar, sin antes cogerte del brazo.
- Dime algo con lo que pueda volver a verte. Lo que sea. -pusiste los ojos en blanco, el día que habías conocido a tu, ahora ex novio, te había dicho exactamente las mismas palabras, y volviendo a caer, soltaste lo mismo que aquel día.
- Parque Greenway, puede, solo puede, que los sábados por la mañana vaya a sacar fotos al lago. -te soltaste de tu brazo y volviste corriendo a casa. La presión de tu pecho parecía que te dejaría sin aire y, cuando por fin pudiste dejarte caer en cama, tomaste grandes bocanadas de aire intentando sentir algo. Cualquier cosa. Cerciorarte de que no eras un ser inerte, con el corazón roto. Pero esa sensación de vacío no salía de tu cuerpo, por mucho que lo intentases. Y con una opresión en el pecho y el peso de un cuerpo inerte, cerraste los ojos. Para, sorprendentemente, encontrarte con otros, miel, mirarte.
El dolor que sentías latir por todo tu interior tampoco se había ido al despertarte aquella mañana de sábado. Unas ganas enormes de librarte de él, y de volver a sonreír palpitaban en tu mente, aunque eras completamente consciente de que eso no ocurriría, pero sí conocías algo que te libraría de aquella opresión durante un tiempo. Algo que se había convertido en costumbre. Con la cámara y los objetivos en el bolso, caminaste hacia Greenway bajo el cielo gris de Londres. Tenía toda la pinta de ponerse a llover en breves, pero aquel calor infernal, muy impropio de estas tierras, incitaba lo contrario.
Poner un pié en aquel parque fue retroceder en el tiempo a la noche anterior.
ingenuo como para creer que tú merecías la pena?
Igualmente las ganas de que él apareciera eran infinitas, y rogaste que lo hiciera, para no sentirte sola más tiempo. Odiabas la soledad que emanaban tus recuerdos y lo necesitabas. A aquel chico que te había sacado del callejón y del estado de desánimo en el que te había encontrado.
La colina cercana al lago, tu lugar de siempre, fue el que escogiste para empezar a sacar fotos. El lugar era mágico, y poca gente solía acercarse allí, por lo que era perfecto; lugar solitario para la chica solitaria.
Las primeras fotos salieron perfectas, la lenta corriente del lago, las hojas de los árboles moviéndose con la suave brisa...La tercera ya no salió bien, o mejor dicho, en la tercera encontraste un fallo. Lo que pretendía ser un lago se habían convertido en unos ojos miel, y la pradera, en el cuerpo de un chico moreno. Levantaste la cabeza de la pantalla de tu cámara y ahí estaba, plantado delante de ti. Con la misma sonrisa que ayer.
- Tenía la esperanza de que este sábado, no fallarías. -habló él primero, sentándose a tu lado.
- Y ya que tú eres sincero conmigo, voy a serlo yo contigo. Llevo todo el camino deseando que aparezcas. No quería seguir...estando sola.
- No estás sola. Todos tenemos a alguien
-Te equivocas. Tu "todos" es falso. O yo soy la excepción. Eses "todos" a los que te refieres se han ido de mi lado.
- Tengo la impresión de que tienes el corazón roto. ¿Puedo saber por qué?
- Mis padres mueren, la responsabilidad de seguir adelante en la vida cae completamente sobre mis hombros, mi novio se acuesta con mi mejor amiga...
- Para. ¿Eso es lo que te pasaba ayer, cierto? -el primer trueno de la tormenta sacudió el ambiente. Pero el calor seguía presente. Las primeras gotas os obligaron a poneros de pié.
- Sí. -el segundo trueno sonó, dando comienzo a la gran tormenta y a las miles y miles de gotas de agua que ahora caían sobre vosotros. Correr hacia debajo de aquel gran sauce llorón era la opción que habías escogido, aunque muy poco útil, ya que las gotas se colaban igualmente entre sus hojas.
- Si vuelvo a verte llorar por eso, me enfadaré.
- ¿"Si vuelves"? ¿Cuántas veces más vamos a vernos...?
- Zayn.
- ¿Cuántas, Zayn?
- Dime tu nombre, tu número y eso dependerá de ti a partir de ahora.
- ¿Cuántas veces estarías dispuesto a aguantarme? A mí y a mis constantes cambios de humor, a mis berrinches y gritos, y a mi arrogancia constante, solo por estar conmigo.
- Si seguirte como un perro faldero durante el resto de mi vida te hace feliz, prepara la correa.
- ¿Por qué? ¿Por qué dices esas cosas? Recuerdo que la primera vez que te vi fue ayer.
- ¿Crees en el amor?
- Sí, cuando ya llevas un tiempo conociendo a esa persona, y hablando...
- Pues yo no lo hacía, no sabía lo que era estar perdido hasta que te encontré, no sabía lo que era estar solo hasta que saliste por ese callejón, no sabía lo que era el miedo hasta que solo contaba con la esperanza de que te dignaras a aparecer hoy, aquí. La chica del callejón, eres la chica del callejón.
- No, soy _____. La chica a la que salvaste de un cáncer de pulmón. -dijiste la primer tontería que se te ocurrió al ver todo su cuerpo completamente mojado, seguramente el tuyo estaría en las mismas condiciones, pero el suyo, a diferencia, se acercaba. Cuando sus labios estaban a centímetros de los tuyos, interpusiste un dedo entre ellos, evitando el beso.
- No vas a romper mi corazón.
- No voy a romperlo, solo quiero curarlo. -sonó el tercer trueno, anunciando que las gotas no cesarían.
- En este momento, incluso agradecería uno de ellos. -te inclinaste hacia delante, con intención de volver a arrebatarle el cigarrillo, pero se echó para atrás y tus piernas flaquearon, cayéndote encima de él. No estabas para tíos, y mucho menos para estar sentada encima de uno de ellos, así que disculpándote rápidamente te levantaste.
- Creo que debería irme a casa ya. Quédatelo si te hace ilusión. -señalaste con la cabeza el cigarro que el chico de pelo azabache y ojos miel tenía en la mano. Pero no te dejó marchar, sin antes cogerte del brazo.
- Dime algo con lo que pueda volver a verte. Lo que sea. -pusiste los ojos en blanco, el día que habías conocido a tu, ahora ex novio, te había dicho exactamente las mismas palabras, y volviendo a caer, soltaste lo mismo que aquel día.
- Parque Greenway, puede, solo puede, que los sábados por la mañana vaya a sacar fotos al lago. -te soltaste de tu brazo y volviste corriendo a casa. La presión de tu pecho parecía que te dejaría sin aire y, cuando por fin pudiste dejarte caer en cama, tomaste grandes bocanadas de aire intentando sentir algo. Cualquier cosa. Cerciorarte de que no eras un ser inerte, con el corazón roto. Pero esa sensación de vacío no salía de tu cuerpo, por mucho que lo intentases. Y con una opresión en el pecho y el peso de un cuerpo inerte, cerraste los ojos. Para, sorprendentemente, encontrarte con otros, miel, mirarte.
El dolor que sentías latir por todo tu interior tampoco se había ido al despertarte aquella mañana de sábado. Unas ganas enormes de librarte de él, y de volver a sonreír palpitaban en tu mente, aunque eras completamente consciente de que eso no ocurriría, pero sí conocías algo que te libraría de aquella opresión durante un tiempo. Algo que se había convertido en costumbre. Con la cámara y los objetivos en el bolso, caminaste hacia Greenway bajo el cielo gris de Londres. Tenía toda la pinta de ponerse a llover en breves, pero aquel calor infernal, muy impropio de estas tierras, incitaba lo contrario.
Poner un pié en aquel parque fue retroceder en el tiempo a la noche anterior.
"Parque Greenway, puede, solo puede, que los sábados por la mañana vaya a sacar fotos al lago."
Las palabras que dijiste al moreno, al mismo que había rondado tu cabeza toda la noche, con sus ojos miel y su sonrisa, retumbaron en tu cabeza, estridentes. ¿Aparecerá? ¿En serio quería volver a verte? ¿Él era tan
ingenuo como para creer que tú merecías la pena?
Igualmente las ganas de que él apareciera eran infinitas, y rogaste que lo hiciera, para no sentirte sola más tiempo. Odiabas la soledad que emanaban tus recuerdos y lo necesitabas. A aquel chico que te había sacado del callejón y del estado de desánimo en el que te había encontrado.
La colina cercana al lago, tu lugar de siempre, fue el que escogiste para empezar a sacar fotos. El lugar era mágico, y poca gente solía acercarse allí, por lo que era perfecto; lugar solitario para la chica solitaria.
Las primeras fotos salieron perfectas, la lenta corriente del lago, las hojas de los árboles moviéndose con la suave brisa...La tercera ya no salió bien, o mejor dicho, en la tercera encontraste un fallo. Lo que pretendía ser un lago se habían convertido en unos ojos miel, y la pradera, en el cuerpo de un chico moreno. Levantaste la cabeza de la pantalla de tu cámara y ahí estaba, plantado delante de ti. Con la misma sonrisa que ayer.
- Tenía la esperanza de que este sábado, no fallarías. -habló él primero, sentándose a tu lado.
- Y ya que tú eres sincero conmigo, voy a serlo yo contigo. Llevo todo el camino deseando que aparezcas. No quería seguir...estando sola.
- No estás sola. Todos tenemos a alguien
-Te equivocas. Tu "todos" es falso. O yo soy la excepción. Eses "todos" a los que te refieres se han ido de mi lado.
- Tengo la impresión de que tienes el corazón roto. ¿Puedo saber por qué?
- Mis padres mueren, la responsabilidad de seguir adelante en la vida cae completamente sobre mis hombros, mi novio se acuesta con mi mejor amiga...
- Para. ¿Eso es lo que te pasaba ayer, cierto? -el primer trueno de la tormenta sacudió el ambiente. Pero el calor seguía presente. Las primeras gotas os obligaron a poneros de pié.
- Sí. -el segundo trueno sonó, dando comienzo a la gran tormenta y a las miles y miles de gotas de agua que ahora caían sobre vosotros. Correr hacia debajo de aquel gran sauce llorón era la opción que habías escogido, aunque muy poco útil, ya que las gotas se colaban igualmente entre sus hojas.
- Si vuelvo a verte llorar por eso, me enfadaré.
- ¿"Si vuelves"? ¿Cuántas veces más vamos a vernos...?
- Zayn.
- ¿Cuántas, Zayn?
- Dime tu nombre, tu número y eso dependerá de ti a partir de ahora.
- ¿Cuántas veces estarías dispuesto a aguantarme? A mí y a mis constantes cambios de humor, a mis berrinches y gritos, y a mi arrogancia constante, solo por estar conmigo.
- Si seguirte como un perro faldero durante el resto de mi vida te hace feliz, prepara la correa.
- ¿Por qué? ¿Por qué dices esas cosas? Recuerdo que la primera vez que te vi fue ayer.
- ¿Crees en el amor?
- Sí, cuando ya llevas un tiempo conociendo a esa persona, y hablando...
- Pues yo no lo hacía, no sabía lo que era estar perdido hasta que te encontré, no sabía lo que era estar solo hasta que saliste por ese callejón, no sabía lo que era el miedo hasta que solo contaba con la esperanza de que te dignaras a aparecer hoy, aquí. La chica del callejón, eres la chica del callejón.
- No, soy _____. La chica a la que salvaste de un cáncer de pulmón. -dijiste la primer tontería que se te ocurrió al ver todo su cuerpo completamente mojado, seguramente el tuyo estaría en las mismas condiciones, pero el suyo, a diferencia, se acercaba. Cuando sus labios estaban a centímetros de los tuyos, interpusiste un dedo entre ellos, evitando el beso.
- No vas a romper mi corazón.
- No voy a romperlo, solo quiero curarlo. -sonó el tercer trueno, anunciando que las gotas no cesarían.
Fue el último de los truenos antes de que tus labios y los suyos se uniesen en uno solo.
Fin.